domingo, 30 de enero de 2011

Víctima de la violencia de género en la pedanía de La Caleruela



 Hoy es un día trágico. Estamos acostumbrados a conocer por los medios de comunicación muertes violentas, víctimas de la violencia de género. Pero nunca pensamos que nos va a tocar tan cerca.
La mañana nos ha sorprendido con un vil y brutal asesinato a sangre fría, el de una mujer de La Caleruela, Ramona Martínez, a manos de su marido.
La historia no por conocida y frecuente deja de ser impactante: un matrimonio en vías de separación, un marido despechado que acude a la más cobarde de las soluciones, el asesinato de su mujer.
La pareja, de 45 y 44 años y con dos hijas de 25 y 21, estaba de vuelta de Andorra y pasaba por dificultades económicas y personales, la mujer se disponía a la separación. Él acudió el domingo por la mañana a recoger a su mujer del autobús, envió a la hija al pueblo vecino y ejecutó su terrible crimen asestándole varias puñaladas mortales. Según cuentan, aun tuvo la sangre fría de llamar a un familiar para advertirlo del hecho.

No es fácil buscar soluciones a esta lacra inhumana. De cualquier forma y para todas aquella mujeres que de una u otra forma sufren esta violencia sórdida y diaria, he encontrado este decálogo:

1. Amarás tu vida y la de tus hijos por encima de todas la cosas.
2. Denunciarás en comisaría la próxima agresión física o psíquica que sufras.
3. No consentirás que él controle tu vida.
4. No dejarás que te insulte ni que te haga creer que eres inferior a él.
5. No creerás ni una vez más sus disculpas y promesas de cambio.
6. Convéncete de que si te pega y te humilla, no te quiere.
7. No te sentirás responsable. Si te maltrata, el único culpable es él.
8. Escucharás los consejos de familiares y amigos que te quieran ayudar.
9. Buscarás la ayuda profesional de psicólogos y asistentes sociales.
10. Creerás en ti misma y en tu valor para rehacer tu vida.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Malnacido sea este cobarde asesino.

Anónimo dijo...

A mi no me es tan extraño este hecho. Todos los dias veo mujeres que soportan otros grados de violencia con resignación. Violencia física, pero también violencia verbal, vejaciones diarias que machacan la moral y la dignidad como personas. Y con frecuencia la voz de la familia con el "a ver si os arreglais", "no es para tanto", "aguanta por tus hijos", y tantas otras similares.

Anónimo dijo...

No nos engañemos, la violencia de baja intensidad contra las mujeres está presente en nuestra vida diaria. Hemos mamado una estructura social de dominación del hombre sobre la mujer y la reproducimos a la primera de cambio, a pesar de que racionalmente estamos convencidos de lo contrario. Pero nuestra educación pesa más que nuestro raciocinio. Se necesitan varias generaciones y discriminación positiva para ser efectivamente iguales.

Anónimo dijo...

Justo lo que no se necesita es discriminación, ni positiva ni negativa, se necesita igualdad. Para conseguir igualdad: educación (y no hablo de formación reglada) sino educación en el ambito familiar y social, en el entorno, comprender de una vez que el más mínimo detalle es educación: no tirar un papel al suelo, respetar el horario de descanso de los vecinos, pedir las cosas por favor o dar las gracias, todo esto se ha perdido o quizá nunca estuvo. Ni que decir tiene que entender que como personas que somos, los mismos derechos y obligaciones tenemos, es también educación.
NO A LA DISCRIMINACIÓN (como hombre me duele ser discriminado, aunque sea para favorecer a la mujer que en cualquier caso es mi igual) SÍ A LA EDUCACIÓN, SÍ A LA IGUALDAD, SÍ A LA MERITOCRACIA, NO AL MAMONEO AL PELOTILLEO

J.M.R.T. dijo...

Sí, amigos, sí. Educación, educación y más educación. Igualdad y más igualdad. Machismo y menos machismo.
Y para que todo esto nos sirva de antecedentes a los ciudadanos, para nuestra buena convivencia, quitamos el Crucifijo en las escuales, prohibimos que se celebre la Santa Misa en la Universidad y en el Valle de los Caídos, mientras dejamos que se sigan construyendo Mezquitas desde donde se puede hacer de todo, menos oración.
Perseguimos y denunciamos a un Profesor por hablar del jamón de pata negra en su clase.
Dejamos que nuestras menores aborten sin que sus padres puedan oponerse, o sea, consentimos el más canallesco de los asesinatos porque se hace contra quien no pidió ser engendrado ni puede defenderse.
Consentimos que un centenar de moritos -sin menosprecio por el apelativo- se tengan que encerrar en la Estación de Autobuses para paliar -si es que se puede mitigar- el frío y el hambre y sin embargo nos dolemos -y con justicia- de un asesinato atroz.
El encogimiento de hombros, la apatía, la indolencia ante unos casos nos puede llevar a otros, igual de infames.

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
Sebastián Munuera dijo...

Se ha eliminado del blog el comentario anterior por las graves acusaciones que incluía sobre un asunto de la sanidad pública totalmente ajeno a lo que se trata en este blog y en este artículo.
He investigado personalmente los hechos, y puedo aventurar varias conclusiones: el Ayuntamiento no tiene ninguna competencia sobre la sanidad pública, no existe ninguna reclamación administrativa de los familiares ni de ninguna otra persona, no existe ninguna denuncia penal de los familiares ni de ninguna otra persona. No se pueden aventurar acusaciones tan graves sin aportar pruebas. Por lo tanto, no cabe responsabilidad alguna, ni preventiva ni presunta, de la administración sanitaria, y no cabe menoscabo alguno, ni preventivo ni presunto, de la dignidad de sus profesionales.
Por supuesto, y para el denunciante (hasta ahora anónimo) queda abierta la puerta que le ofrece la legalidad vigente para interponer las reclamaciones administrativas o denuncias penales que considere oportuno.